El amor está infestado de recorridos, de segundos imborrables y no sólo en asientos traseros de un taxi o en el centro del patio de una casa. El lugar quizá importe, pero todo lo que hace significativo un instante, aparte de lo que se diga o lo que se hace, es que sea emitido, transmitido y receptivo con los estímulos convenientes y prometedores de que ese presente será un buen átomo de nostalgia cuando ya no sea tangible. Más que una canción o una suave pista de baile, Niki and The Dove nos hacen una invitación a reconocer los miedos, los agravios y la pasión con la que se vive en el amor cada intervalo de su existencia, que por más que no queramos cerrar la historia hay finales que la sentencian a que termine, incluso contaminando algunos de sus capítulos; para eso no queda más que estar dispuestos a releer con sonrisas esa mágica circunstancia en la que el alma se elevó con la satisfacción de una verdad que duró lo necesario.
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